miércoles, 20 de enero de 2016

Un nudo gordiano

  Lejos de calmarse las aguas referidas a la unidad de España, el asunto catalán amenaza con distorsionar el día a día de la política nacional, y con ello agravar un poco más el actual e incierto escenario de nuestros representantes. Impelidos por la CUP, el resto de fuerzas catalanas que conforman el bando partidario de la independencia o desconexión del resto de España, está decidido a avanzar por el camino sin salida, pase lo que pase.


  Conviene no perder de vista que los gobiernos nacional y autonómico, y más tarde los ciudadanos catalanes, aprobaron por amplia mayoría el nuevo estatuto en 2006. Unilateralmente el PP nacional, el de Génova 13, recabó firmas en contra del Estatuto, y por último lo recurrió al Tribunal Constitucional, el cual tumbó 14 de sus más de 200 artículos, alguno de los cuales se reiteraba en algún que otro nuevo estatuto como era el de Valencia, sin que allí se hiciera lo propio. Aquel estatuto inmaculado, hubiera valido probablemente para 10 ó 15 años. Ahora ya es tarde para lamentarse y no hay vuelta atrás. Sin embargo, ¿qué se puede hacer al respecto?


  En mi humilde opinión hay tres escenarios a ocupar, pero me temo que no va ser utilizado ninguno de ellos, salvo el vigente y más chico, por la actual atomización de la Cámara Baja y la mayoría del PP en el Senado.


  El primero es el de ahora mismo, o sea, el del mutis por el foro; y si la marea amenaza con inundación, medidas contundentes para salvaguardar la Constitución y punto, es lo natural; no obstante, fiarlo únicamente a medidas coercitivas, es un craso error.


  El segundo es el que plantea Podemos, es decir, una consulta al pueblo catalán para que libremente decida al respecto de su identidad. Algo que por otra parte la Constitución prohibe de acuerdo a una interpretación más restrictiva. A mí al respecto, llegado el caso, me parece que los catalanes apostarían por seguir en España. Pero después del no a la independencia, ¿qué? Que nadie se vaya a creer que los ciudadanos del Noreste se iban a quedar conformes; me imagino que a cambio de la fidelidad pedirían alguna contraprestación lindando con su histórica y acusada reivindicación de una identidad genuina.


  El tercer escenario es el que plantea el PSOE y que contempla la reforma constitucional para dar un encaje más justo de las nacionalidades históricas a través de un federalismo de nuevo cuño que, a día de hoy, por desgracia, no sabemos muy bien si pretende un país al estilo USA, RFA, Suiza o netamente castizo, a la española.


  El 3º escenario, convenientemente desarrollado, sería factible de explorar, siempre y cuando el PP estuviera de acuerdo en modificar sustancialmente partes de nuestra Carta Magna a las cuales se les ven las costuras. Para modificarla se necesitan 2/3 de la Cámara y después pasar el filtro del Senado.


  Se debería de tener un poco más de mira cara al futuro, ser más audaces, con inventiva, y pensar que así no podemos seguir. Las medidas de fuerza nunca dan resultado y por el contrario terminan por volverse contra el que las impone. Creerse que haciendo el papel de Tancredo se resuelven los desafíos soberanistas es de una ingenuidad supina; muy a nuestro pesar, los independentistas irán en aumento conforme no se tome el toro por los cuernos. Si un futbolista de élite quiere irse de un club, termina yéndose por muchas trabas que se le pongan; y si se le retiene a la fuerza, el club tiene un jugador desmotivado y que no rinde. Una Cataluña unida a España a la fuerza, sin reconocerse su singularidad de muchos años, será una Cataluña enojada y que reniega de su situación. Y por descontado, Cataluña independiente agravaría su crisis económica de inmediato, din duda; pero sin ella, España sufriría y de qué manera en el largo plazo, pues los catalanes aportan casi el 20% del PIB nacional. Siguiendo esta dinámica de irresolución, el desafío se volverá insoluble, un nudo gordiano que amenazará en el tiempo con estrangular a este país.

sábado, 9 de enero de 2016

La soledad del corredor de fondo

Colin Smith (Tom Courtenay) en la película homónima de 1962, es recluido en un reformatorio tras un robo en una panadería. Allí comienza a correr como vía de escape en medio de una disciplina severa, al tiempo que a través de flashbacks y zancadas recuerda los episodios que han jalonado su vida. Nuestro presidente en funciones, el sr. Rajoy, aunque demasiado tarde, se ha percatado al fin de que los episodios sucedidos en su legislatura son un estorbo colosal para aglutinar una mayoría que permita su reelección.

  Cuando el 10 de febrero de 2012 fue aprobada en Consejo de Ministros la Reforma Laboral, respaldada como Ley 4 meses después por PP y CIU, el sr. Rajoy, probablemente sin ser consciente de ello, rasgaba de un tajo la confianza de muchos españoles que le habían dado su voto. La Reforma de 2010 y anteriores, eran una broma comparadas con lo que se acababa de aprobar, incluidos despidos sin causa justificada, como una enfermedad con baja prolongada. Lo llamativo de aquel invierno de 2012, es que empresarios y sindicatos estaban a punto de cerrar un acuerdo definitivo al respecto sin desequilibrios indeseables; cuando, de súbito, el sr. Rajoy despachó aquella convergencia a punto de fraguar, imponiendo inmisericorde la ordenada desde Bruselas sin el mínimo debate. Lo más sorprendente no fue la exigencia comunitaria que quebraba decenios de conquistas obreras, sino que una reforma de profundísimo calada como esa, con consecuencias para la vida futura de la sociedad en su conjunto, todavía sin valorar con justeza a día de hoy, no fuera explicada con profusión por nuestro Presidente y sí por la ministra del ramo sra. Báñez. En ese momento, creo que millones de españoles nos sentimos huérfanos por la invisibilidad del máximo mandatario y sin entender ni jota del asunto. La Reforma pretendía según palabras textuales "Facilitar la contratación con especial atención a los jóvenes y a los parados de larga duración, potenciar los contratos indefinidos frente a los temporales y que el despido sea el último recurso de las empresas en crisis", además de "acabar con la rigidez del mercado de trabajo y sentar las bases para crear empleo estable". Parece un sarcasmo, ¿verdad?

  Desde ese febrero de 2012, el sr. Rajoy se ha sentido cómodo en las ausencias, ha puesto de moda las ruedas de prensa diferidas y sin opción de preguntas, ha batido el récord de Decretos Ley con relación a Proyectos de Ley, a 1 de agosto pasado los diputados del PP habían vetado 70 veces la comparecencia del Presidente en el Congreso, especialmente cuando el tema a abordar era el de la corrupción que le afecta a él directamente; y por desgracia nunca ha buscado el consenso con otras fuerzas, pues con su mayoría absoluta se sobraba.

  Desde la investidura y durante 3 años largos, el PP de Madrid, el que gobierna (no el PP de infinidad de municipios ni el PP de algunas comunidades) ha aprobado sin consenso, más allá de apoyos puntuales -los de CIU paradógicamente-, las subidas del IVA e IRPF en enero de 2012, la LOMCE, la Ley de Seguridad Ciudadana o "Ley Mordaza", la Ley de Enjuiciamiento Criminal -estas 2 últimas con fuerte contestación por parte de la Judicatura-, ha ignorado el Pacto de Toledo a pesar de apelar en todo momento a él en la Oposición, ha promovido la derogación de la Justicia Universal, recortado en Sanidad, Educación, I+D+i, ha ignorado la Ley de Dependencia hasta ser hoy un derecho muy restringido, ha dado la puntilla a las energías renovables, ha agravado y de qué manera el asunto identitario en Cataluña con su inacción, ha agigantado la brecha social hasta ser hoy nuestro país el segundo más desigual en Europa, y, faltaría más, sigue sin presentarnos un relato veraz en cuanto a los papeles del sr. Bárcenas, como esa última noticia que ha salido a la luz esta semana diciendo que la reforma de Génova 13 no contaba con licencia municipal de obras, ahorrándose así más de 200.000 €. Y todo ello a lo Juan Palomo: yo me lo guiso yo me lo como. Porque dialogar con las fuerzas de la Oposición el sr. Rajoy solo lo ha hecho en los últimos meses, cuando las encuestas no le eran propicias. Así logró apoyos de algunos dirigentes no populares tras la deriva catalanista y el atentado de París, pero ya en pleno otoño.

  Por tanto, con ese bagaje tan pobre en cuanto a diálogo y consensos a lo largo de casi toda la legislatura, es difícil que el resto de fuerzas quieran ahora darle su apoyo; porque la memoria a veces tiene las alas muy cortas, pero no tanto como para hacer borrón y cuenta nueva en un periquete.

  Supongo que nuestro Presidente en funciones (recordemos que es el peor valorado de nuestra democracia desde 1977) debe de estar cavilando en todo cuanto han podido hacer mal en estos últimos 4 años, y finalmente se habrá dado cuenta del porqué se encuentra en un insultante estado de soledad y su partido genera tanto rechazo, algo que puede dar al traste con sus aspiraciones de no remediarlo unas nuevas elecciones. Por cierto ¿Al fin ha publicado el PP, el de Génova, el coste de su última campaña para las generales? Bendita transparencia. 

Las preguntas de la semana

  ¿Por qué nuestros sesudos políticos -de un color u otro, y lo resalto-, cuando están en la Oposición, tienen la fea costumbre de poner rep...