martes, 4 de febrero de 2020

RESPECT

    La palabra respeto proviene del latín respectus, que significa atención o consideración. El respeto requiere deferencia, y hasta, si se me permite, una cierta empatía; muy al contrario, el respeto nunca se debería de sustentar en el temor excesivo, en ese caso estaríamos hablando de miedo. El respeto, creo yo, es la vitamina para una perfecta convivencia, sin él, es imposible tener una sociedad sana, siendo por ello prácticamente inviable la paz y la armonía. Sin unas pautas o normas a partir del sentido común y que deberíamos de tener interiorizadas, todos, el deterioro de la coexistencia es el abono perfecto para el odio, la repulsión, el rencor y la enemistad, algo que desde hace unos años, me parece a mí, se está agudizando, y de qué manera.


           No sé si donde más se manifiesta esta carencia de respeto es a través de las redes sociales, pero sí es el termómetro perfecto para valorar que es así. Creo que desde su nacimiento, la proliferación de ellas ha permitido un avance sustancial de la inmediatez. Sin embargo, esa inmediatez, se ha convertido al propio tiempo en el reverso de la prosperidad, autopistas virtuales donde se vierten sin disimulo opiniones donde abunda la descalificación, el insulto y en algunos casos el odio. Leo -y me da pena reconocerlo- reflexiones y/o artículos subidos al muro por muchos de quienes las utilizamos, incluidos sociólogos, políticos y hasta periodistas, donde abunda más el improperio que el análisis sesudo, sin darnos cuenta que cuanto más utilizamos los adjetivos calificativos que denigran, menos profundidad y penetración deja de tener nuestro argumentario. La opinión, subjetiva a todas luces, se debería de verter desde el respeto, siempre que sea dirigida a una persona, pues esa persona -según nuestra opinión- puede estar equivocada, pero no por ello deja de tener la condición de ser humano. Me pone los pelos como escarpias leer a personas de mi edad o cercana, apelar a la buena educación (la educación de entonces era mejor que la de ahora, decimos), y al tiempo escribir opiniones trufadas de insultos, descalificaciones o directamente mentiras. Me espanta que personas -yo también he caído alguna vez en la trampa- de cierta edad, colguemos casi a diario noticias o montajes falsos que ni siquiera nos paramos a mirar su fuente de procedencia, cegados por el deseo de hacer daño "al enemigo", algunos tan groseros y simples que deberíamos de detectarlos de inmediato.


        Pero, a mi entender, aún es más preocupante para la pervivencia del respeto, la utilización burda del lenguaje por parte de los medios de comunicación hablados y escritos. Es muy triste que medios nacionales de ambas modalidades, no se corten a la hora de escribir o emitir un titular peyorativo que deja en segundo plano el resto de la información. Incluso, algún medio escrito con gran predicamento en los primeros años de la democracia, y que se jacta de tener un libro de estilo para la correcta redacción del idioma, ha caído en la fácil alternativa de escribir aquello que los lectores quieren leer antes de informar con cierta objetividad. Parece como si aquel popular locutor expulsado de una célebre cadena de radio por sus opiniones incendiarias,  con exabruptos, difamaciones e insultos, hubiera inoculado lo peor de su lenguaje soez, no solo a sus colegas de profesión, también a escritores que son académicos de la lengua, a filósofos y por descontado, a políticos.  Con esta devaluación del respeto, no nos debería de sorprender que la sociedad esté polarizada, como lo estuvo hace más de ochenta años. Ciertamente, y para desgracia nuestra, el respeto está en peligro de extinción, la exclusión social de unos hacia otros irá en aumento, y, o nos paramos a reflexionar y hacemos un reset antes de volcar opiniones, fake news, o la sociedad actual se volverá poco a poco irrespirable. Por encima de todas las valoraciones debemos de recordar nuestra condición de personas, todo lo demás debe de estar supeditado a nuestra condición de ser humano.

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