lunes, 25 de febrero de 2019

Argumosa 11, o los desmanes del ultraliberalismo económico

  El axioma liberal dice que la mejor regulación es la que no existe, un execrable error que propició en buena medida la crisis financiera, dando lugar a la mayor recesión económica desde el Crack del 29. Otra de las máximas de su pensamiento es que el Estado debe de interferir lo menos posible, pasando a ser un actor secundario en el libre mercado, y a ser posible, pequeño. Es sorprendente que algún partido de la derecha abogue por su adelgazamiento vía reducción de impuestos, cuando si de algo padece nuestra querida España es de la carencia de médicos, enfermeras, docentes, policías, funcionarios de prisiones, jueces, inspectores de hacienda, etc, etc, etc.


  No hace muchos días, en las calles de Madrid se regalaban naranjas, ya que en origen al agricultor le pagan, en el mejor de los casos, la friolera de 18 Cts el kilo. Asistiremos atónitos a la campaña de la fresa, y las que vengan más adelante, por no hablar del precio del litro de leche que se le paga al ganadero. Y es que algo tan fundamental para el sustento diario está infravalorado, incluso se ignora a quien intenta vivir de ello; por cierto, como ha ido ocurriendo con otras profesiones y oficios que en su momento eran muy respetables.



  El pasado fin de semana asistíamos a un nuevo desahucio en el Bulevard de Lavapiés, a pesar del mandato de la ONU que reclamaba su paralización hasta que a los inquilinos afectados se les asegurara una alternativa a sus viviendas desalojadas. La propiedad tiene su parte de razón y la ley la ampara; sin embargo, a los afectados también les asiste un derecho cual es el de permanencia y al pago razonable de un alquiler en consonancia con el IPC.



 El problema surge hace dos años. Hasta entonces el barrio no era muy atractivo para poner negocios. Desde aquel momento se ha puesto de moda, y las viviendas que "no valían gran cosa", se han revalorizado con la llegada de comercios y huéspedes de posibles. Así que, como ocurre en otros muchos sitios de la Península y de las Islas, al albur del boom turístico incontrolado, los especuladores -fondos buitre, lobbies inmobiliarios, particulares con herencias jugosas del ladrillo y hasta algunas entidades financieras-, no quieren desaprovechar la enésima oportunidad de hacer el agosto a costa de exprimir la vaca lechera de la construcción. Mientras, la izquierda más moderada, esa que al menos en sus principios fundacionales ponía en la cúspide al ciudadano, incluso por encima del dinero, no quiere o no puede entrar a saco para regular de una puñetera vez todo este entramado de la vivienda que es una golosina para los que viven de la usura. Estamos ante una nueva burbuja inmobiliaria, ahora más enfocada al alquiler, y nadie es capaz de poner un poco de orden donde todo es un disparate, a mayor gloria de un desarrollo a todas luces insostenible y que traerá, me temo, consecuencias funestas para nuestra economía sin valor añadido.


  Antes mencioné el tema de los productos agrícolas para tratar de hacer una comparativa, y es que es injusto que a un agricultor se le pague una miseria por un kilo de naranjas o un litro de leche, mientras un propietario, persona física o fondo buitre, puede reclamar de un golpe la subida del alquiler un 200 ó 300 %. Creo que la virtud está en un punto intermedio, pero para recuperar la sensatez hace falta intervenir, si no se hace, esto se puede ir de las manos. La izquierda democrática tiene el deber y la obligación de velar por el bien de todos los ciudadanos, no de algunos. Si no lo hace, y probablemente no lo hará, vuelve a dar la razón a los más ultraliberales de la economía, quienes no hacen ascos a la desregulación del sistema, con lo cual y sin darse cuenta, vuelve a especular con su supervivencia política. 

viernes, 8 de febrero de 2019

"El relator"

  Según refiere la RAE en una de sus acepciones, relator es una persona que en un congreso o asamblea hace relación de los asuntos tratados, así como de las deliberaciones y acuerdos correspondientes. En otra de las acepciones se refiere a una persona que simplemente relata. A lo que se ve, en las últimas horas, España anda desorientada, o desnortada; o mejor habría que decir nuestros representantes y medios de comunicación con el término de marras. Desde que algún político torpe filtró "el pasteleo",  o mejor dicho la necesidad de un "relator" -aunque en realidad se trate de un mediador- para intervenir en el conflicto catalán, en esta piel de toro andamos a la gresca: unos con la necesidad irreprimible de afilar la lengua, de reafirmar su lealtad a la Patria y de volar todos los puentes de entendimiento; otros intentando recular para apagar "el fuego", no vaya a ser que se descontrole definitivamente, o sea: ni chicha ni limoná. El resultado final de tanta incompetencia es, que ese vilipendiado "relator", aún por elegir, y que parece nadie querrá ostentar al ver la que está cayendo, va a provocar una manifestación multitudinaria el próximo domingo en Madrid en contra de las presuntas cesiones gubernamentales. Increíble.


  Frivolidades aparte y ya hablando en serio.  España tiene un problema muy gordo desde hace años, y yo no sé si nuestros representantes y una buena parte de los medios de comunicación han valorado en su justa medida la verdadera dimensión del desafío catalanista. No se trata de una confrontación como la que enfrentaba a una banda de asesinos y sus acólitos al estado español. En Cataluña, y sin recurrir a la violencia, al menos dos millones de personas se sienten independentistas. Se puede controlar a políticos insurgentes o díscolos, pero no a miles y miles de catalanes que creen en otro modelo de país. ¿Qué hacemos entonces, los metemos a todos en la cárcel? Y ojo al parche con el juicio a los políticos catalanes. El próximo martes se inicia el Proceso, siendo más que probable que los encausados tengan un veredicto condenatorio con años de cárcel. El asunto -yo no sé si se ha valorado en su justa medida por parte de nuestros sesudos políticos-, es casi seguro que acabará en Estrasburgo, no siendo descartable que el Tribunal aminore las condenas o las anule, no valorando el delito como rebelión o sedición y sí como una mera infracción por desobediencia. Es el riesgo que tiene dilucidar un asunto político en instancias exclusivamente jurídicas.


   Conviene recordar que el germen de este lío monumental lo fabrica en buena medida el PP del Sr. Rajoy, que decidido a rascar votos a cualquier precio, llevó el nuevo Estatuto de Cataluña al Tribunal Constitucional, a pesar de que algunos de los artículos recurribles eran análogos a los de los nuevos estatutos valenciano y andaluz. No satisfecho con recabar firmas en su contra, el PP, entonces en la Oposición, no hizo ascos a la campaña en contra de los productos catalanes. El fallo del Constitucional anuló los artículos más controvertidos en torno al asunto identitario. A partir de ese momento, los más radicales tomaron las riendas autonómicas empujados por miles de catalanes que no querían permanecer de brazos cruzados. El resultado es que antes del veredicto de 2010 los independentistas no llegaban al 20%, hoy son casi la mitad. El Sr Rajoy, como casi siempre, se dio cuenta muy tarde de que el conflicto catalán se le iba de las manos, así que intentó tender puentes con Cataluña a través de mediadores; eso sí, con mucha más discreción y secretismo que los actuales inquilinos de la Moncloa y del Palau de la Generalitat. Así que el anterior presidente echó mano para el puesto de mediador de: su asesor Pedro Arriola, del socialista José Enrique Serrano, del lehendakari Íñigo Urkullu, del cardenal arzobispo de Barcelona Juan José Omella, etc.  Mi pregunta es muy sencilla: ¿cómo es que el Sr Casado, a la sazón vicesecretario y miembro de la Ejecutiva Nacional no dijo ni mu entonces? ¿Cómo es que el Sr. Rivera tampoco se acordó de denunciar la existencia de interlocutores? La respuesta es muy sencilla y se circunscribía a meros intereses electoralistas, pues unos estaban decididos a conservar el poder a cualquier precio, y a los otros les interesaba que el sr. Rajoy siguiera de presidente hasta las siguientes elecciones legislativas por el enorme desgaste que padecía, fundamentalmente por la corrupción desbocada. A unos y a otros se les vino abajo el plan con el triunfo de la Moción de Censura. Por descontado, convendría recordar al Sr. González, al Sr. Guerra, que ellos también echaron mano de mediadores para propiciar el diálogo con ETA, como también lo hizo el Sr. Aznar. Por si se le olvida al Sr. Casado, su mentor e ideólogo, también se sirvió de esta figura ahora condenada a los infiernos. Por favor: menos hipocresía, pues si un día llega a vivir en La Moncloa, es muy probable que usted elija a "un relator" para algún problema endemoniado.



Si no queremos que el Procés Catalá se enquiste en el tiempo y se convierta en insoluble, solo hay un camino que es el del diálogo o al menos su intento, y una enorme dosis de paciencia. La otra opción es no hacer nada, imponer el 155 ilimitado y esperar que escampe; pero ¿escampará algún día? ¿No es posible que muy al contrario siga creciendo el número de independentistas? A continuación de lo que suceda el domingo en Madrid, me temo que esa demostración de poderío, con ciudadanos enfervorizados, va a provocar el efecto contrario en Cataluña y en una buena parte de la sociedad española. Así que si la intención del tripartito integrado por PP, Cs y Vox es apropiarse de la enseña nacional y que la gente se envuelva en miles de banderas, probablemente, sin intención alguna, provoque la animadversión de otra buena parte de patriotas que se sienten españoles sin necesidad de sobreactuar, una sobreactuación que se dio durante casi 40 años por la utilización desmedida de la bandera rojigualda desde el régimen franquista y que ha dejado secuelas de incomodidad en buena parte de la izquierda. Es posible, ojalá que no, que a la ofensiva patriótica de Plaza Colón siga otra identitaria en las calles de Barcelona. Creo modestamente que los ciudadanos tienen todo el derechos a manifestarse, faltaría más; no obstante, España tiene problemas mucho más gordos que el de discernir sobre la existencia o no de "el relator", sin ir más lejos el de la escasez de médicos por los recortes, y que les impide atender con el tiempo suficiente a sus pacientes, ese sí es un asunto para abordar con seriedad y patriotismo.














Las preguntas de la semana

  ¿Por qué nuestros sesudos políticos -de un color u otro, y lo resalto-, cuando están en la Oposición, tienen la fea costumbre de poner rep...