lunes, 23 de enero de 2017

La lenta agonía de la Socialdemocracia

   Hay dos cosas que el sr. Rajoy en una de las últimas sesiones de su investidura, les espetó sin brusquedad a los socialistas, y que son ¡verdades como puños! La primera que España tiene compromisos (económicos) ineludibles con Europa, y la segunda, y más sangrante para los auténticos socialistas, la de que sintiéndolo mucho, los populares y ellos se parecen mucho más de lo que la "izquierda democrática y constitucional" piensa. Una bofetada en todo el ego cuando se traiciona la identidad.

  El pasado 1 de octubre, de manera abrupta y poco edificante, se ponía fin al mandato del sr. Sánchez al frente de la secretaría general de los socialistas españoles. Aunque a primera vista el bochornoso espectáculo pudiera reflejar únicamente las luchas particulares por hacerse con el poder -que las había, hay y habrá, obviamente-, tras la lucha sin cuartel y a viva voz, se soterra la disputa o rearme ideológico que en la Socialdemocracia se ha ido desdibujando lentamente desde comienzos de los 80 del pasado siglo, y con acelerón al iniciarse el nuevo milenio (era Bush tras el 11M). Y para muestra, ahí están el presidente Hollande, o su lagarteniente Manuel Valls en Francia, ejemplos sintomáticos de cómo a través de un supuesto socialismo, se pueden hacer políticas económicas de corte liberal o proeuropeo (ver reforma laboral, o la tan cacareada subida de impuestos a las grandes fortunas que finalmente no se abordó). En román paladino eso se llama traicionar los ideales de quien sí se siente socialista a jornada completa, y una derrota contundente a manos de la derecha y/o la extrema derecha (eso queda por dilucidar) en los próximos comicios del país galo, y con ello de un nuevo descrédito para quienes aún creen en su utilidad; algo que se va a repetir en Alemania, donde la gran coalición, ese maridaje entre liberales y socialdemócratas de tercera vía, pasará factura a estos últimos.

  El gran momento de la Socialdemocracia empieza al finalizar la Segunda Guerra Mundial, prolongándose durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX. Abandona cualquier atadura con el Marxismo (el PSOE no rompe hasta los años 70), asume el libre mercado y la propiedad privada, empeñándose en la reconstrucción de Europa tras el drama de la guerra, poniendo en práctica sus señas de identidad: libertad, justicia, igualdad y progreso. Figuras esenciales en el Viejo Continente, como Brandt en la RFA, Palme en Suecia, el controvertido Mitterrand (conservador en sus años mozos) en Francia, o incluso el  sr. González de la primera época en España (1982-1989), tienen su razón de ser a partir de un socialismo democrático en el que el ciudadano es la prioridad. Con luces y sombras, como ocurre con cualquier mandatario, se mantienen fieles a su ideario, así que los votantes les dan su confianza, a veces en dos o incluso tres elecciones consecutivas. Pero el tiempo de vino y rosas llegaría a su fin.

  Los mandatos de Thatcher en UK y de Reagan en USA al inicio de los 80, suponen un cambio drástico en la forma de entender la política y una revisión a fondo del liberalismo, algo que cala en el resto de países democráticos, y seguramente influyó decisoriamente en la arquitectura a seguir para la construcción de lo que hoy conocemos como UE, por la aquiescencia de los socialistas  con los conservadores. A partir de entonces y con todos los matices que se quiera, los socialistas europeos giran hacia la moda imperante, asimiento parte de los postulados de la nueva política económica, o sea: desregulación del mercado, adelgazamiento del Estado, avance de la economía financiera fuera del control de los organismos estatales, el ostracismo, o si se prefiere ninguneo de las fuerzas sindicales hasta domesticarlas, y situar al ciudadano en un segundo plano, porque "el liberalismo económico" (el otro, el del ser humano, es una entelequia en manos de los conservadores), permite a través de su extrema libertad,  prosperar a cualquier individuo, dejando en la cuneta, eso sí, a quien no sea capaz de hacerlo por sí mismo, de ahí que se pretenda hacer al Estado algo así como un ente ajeno y chiquitín. Obnubilados tal vez por el éxito arrollador de la dama de hierro y el antiguo actor, creyendo en la inocuidad de los nuevos postulados imperantes, socialistas de nuevo cuño como Tony Blair y más tarde Gordon Brown en UK, Gerhard Schöeder en Alemania, el italiano Matteo Renzi, aunque se trate más bien  

de un político de centro; o el Sr. Rodríguez Zapatero en España, se acogen a lo que se ha venido en llamar tercera vía, un socialismo light que abraza sin el mínimo rubor las máximas del pensamiento económico neoliberal. Sin, es cierto, que jamás dejen completamente de lado la problemática social, aunque dando la de cal y la de arena a partes iguales. Un claro ejemplo de ello es el mandato del leonés, llevando a la práctica idénticas políticas económicas que su predecesor el Sr. Aznar, incluso yendo más allá al bajar el impuesto de sociedades -no es extraño que hoy las grandes empresas paguen menos impuestos por sus beneficios que un ciudadano de clase media por su IRPF-, dar continuidad a la burbuja inmobiliaria sin plantear al menos un debate alternativo en torno al imprescindible cambio de modelo productivo si no queremos que España se convierta en una nación de supervivientes, particularmente de aquellos que pertenecen a las generaciones más jóvenes, acometer una nueva reforma laboral infumable (aunque nada que ver su agresividad con la de febrero-2012), mantener y ahondar en la liberalización del sector eléctrico acometida por Aznar en 1997, con las consecuencias funestas que todos conocemos ahora; permitir las subidas de comisiones por parte de las entidades financieras, la creación de las preferentes, o la utilización de los fondos de sus clientes para especular, lo que es lo mismo: descontrol, desregulación o mirar para otro lado en asuntos bancarios. Y ahí queda la escasa sensibilidad para abordar el terrible drama de los desahucios, el beneplácito con los pudientes para "refugiarse" en las SICAVS, los indultos a personajes como el banquero Sr. Alfredo Sanz, o el nulo interés para poner coto al refugio de las puertas giratorias, sin olvidar que empujados por la UE fueron ellos, en connivencia con el PP, quienes modificaron casi en secreto el artículo 135 de la Constitución para dar razón de ser a los recortes. Aunque a cambio de tanta liberalidad con el establishment y/o los mercados financieros, el señor Zapatero sí se acordó de legalizar a más de un millón de emigrantes ilegales trabajando en negro (lo que hizo incrementar sustancialmente los ingresos de IRPF e IVA, y la caja de la Seguridad Social), subir el salario mínimo de los poco más de 400 a los más de 600 € en siete años largos, elevar las pensiones de manera significativa, o implantar la Ley de Dependencia, y en general de redistribuir los ingresos para mantener una cierta cohesión social. Claro que el abundante dinero recaudado vía impuestos, venía determinado por la distorsión positiva y transitoria que producía el boom inmobiliario, algo que no iba a durar toda la vida y que nadie quiso asumir. Así que, cuando se produce el mimetismo de una manera tan acusada en el negocio de la economía, si bien es cierto que con matices, los votantes de izquierda (habitualmente suelen ser muy exigentes) prefieren abstenerse o votar a partidos más escorados a la izquierda -no es extraño el nacimiento de Podemos para ocupar un espacio ideológico amplio, espacio descuidado por los socialistas, lo cual demuestra que un número importante de ciudadanos demanda verdaderas políticas de izquierda-, y los de centroderecha, menos proclives a la abstención, votan a los suyos. Además, ¿no elegirá si uno tuviera la oportunidad, de quedarse con Las Meninas antes que con su copia? La política económica de corte liberal, quien mejor la va a ejecutar, sin dudarlo, son los partidos que se mueven en su entorno ideológico, haciendo suyos los postulados del FMI, de la OCDE o de ese club elitista conocido como Foro de Davos.

  El socialismo europeo del nuevo milenio cogobierna con los populares europeos, contribuyendo de manera vergonzante a convencer a los ciudadanos de que otra política económica es imposible, así que no es raro que hayan perdido consecutivamente las elecciones europeas de 1999, 2004, 2009 y 2014, y seguramente sean derrotados una vez más en las de 2019. El drama de la Socialdemocracia es que si alcanza el gobierno, de inmediato asume los requerimientos de los mercados -hoy son quienes realmente gobiernan en detrimento de la ciudadanía, desamparada por sus representantes- y mantiene, salvo pequeños matices, las políticas que satisfacen a la derecha, admitiendo el celebrado TINA (There is not alternative) acuñado en su momento por Thatcher en UK. Lo triste es que se hurta la oportunidad de elección y lo sano que es la alternancia de fuerzas, transmitiendo el mensaje de que no hay posibilidad de relevo, pues prefiere ser comparsa en Bruselas y tocar algo de poder, a plantear con atrevimiento y seriamente la confrontación a través de un rearme ideológico que les devuelva a posicionamientos donde lo social y lo obrero sean preponderantes, donde al individuo se le vuelva a poner en la cúspide. Cuando la Socialdemocracia hace dejación de sus obligaciones -puede parecer un contrasentido-, no hace otra cosa que favorecer el crecimiento de los populismos, los cuales, si terminan imponiéndose, pueden dar al traste con la UE. Una vez que a los ciudadanos afectados/desencantados por la terrible crisis que dura casi 10 años, ni les gusta la política de los conservadores, ni encuentran respuesta en la antaño cercana y sensible Socialdemocracia, pues navegan en la misma barca que aquellos, es hasta razonable que busquen remedio en fuerzas políticas que reivindican soluciones contundentes desde la Ultraderecha.

  La mayor decepción de la Socialdemocracia ha sido su incapacidad absoluta para adaptarse al fenómeno de la globalización, la crisis industrial, el auge de la robótica, el cambio climático, las nuevas tecnologías o la crisis de los refugiados, renunciando a una visión auténtica desde la izquierda democrática para admitir sin complejos y hacer suyas las políticas diseñadas por la derecha económica, que admite con naturalidad las desigualdades crecientes, y que crezca año a año el número de millonarios pero también el de los pobres, o que todos los acuerdos sobre freno al cambio climático se vuelvan papeles mojados cuando se da prioridad a las empresas para que contaminen cómo, cuándo y dónde les plazca; sin olvidar problemas terribles como son el del envejecimiento/despoblación y la incapacidad de generar suficientes ingresos para pagar las pensiones (al menos en España, por su modelo productivo de temporalidad/estacionalidad difícil de mantener en el tiempo y expuesto a cualquier eventualidad, como una  repentina caída del sector turístico).

  La Socialdemocracia tiene la alternativa de volver a sus raíces adaptándose a un tiempo a los cambios acelerados de este milenio, o por el contrario asumir el cómodo papel de comparsa. Si opta por la primera, será una opción difícil y llena de penalidades, pero seguramente en el largo plazo tendrá su recompensa. Si elige la segunda, tal vez siga tocando poder, pero en algún momento terminará convirtiéndose en una fuerza residual, como lo es hoy el PASOK griego. En sus manos está el afear las manifestaciones irreprochables de nuestro presidente o por el contrario aceptarlas sin más. Del grado de proximidad, unión y compromiso con la ciudadanía dependerá un giro en las políticas económicas de la UE, como también el dejarse de parecer de una vez por todas a sus socios del centro-derecha. Lo contrario será apenas un grato recuerdo del pasado y de quienes pusieron en marcha y en mayor medida el estado de bienestar. Y no importa tanto (que también) quiénes sean los nuevos líderes de la izquierda sino qué políticas se vayan a llevar a cabo.

  


   

jueves, 12 de enero de 2017

Llueve sobre mojado

  A tenor de cómo se siguen desarrollando los acontecimientos, no cabe ninguna duda de que el PP, y/o tal vez el sr. Rajoy, siguen sin entender lo que supone la responsabilidad política y sus consecuencias. Hace casi 14 años, en 2003, tenía lugar el desgraciado accidente del Yak-42 en el que perdieron la vida 62 militares españoles en suelo turco cuando regresaban a Zaragoza desde Afganistán. El Consejo de Estado acaba de sacar a la luz su informe al respecto, y las conclusiones pasan por responsabilizar al ministerio de Defensa de la desgracia. El Consejo de Estado no valora las responsabilidades penales o civiles, no le competen, pero sí lo hace de manera concluyente para señalar políticamente al sr. Trillo, el entonces titular del Ministerio.
   Siendo esto así, y por decencia, además de respeto a los familiares de las víctimas de aquel accidente, al sr. Trillo no se le debería de premiar con ningún cargo político de importancia una vez cese como embajador en Londres. Que la justicia no lo haya condenado, como tampoco llegó a condenar a la sra. Mato (de momento), al sr. Fernández Díaz o a la desaparecida sra. Barberá, no lo exime de sus obligaciones políticas. Y es aquí donde el PP no sabe diferenciar entre unas responsabilidades y otras, de manera que sus más altos cargos entienden que mientras no hay condena judicial no hay responsabilidad política, o eso dan a entender.

  El actual Vicesecretario General de organización del PP, el zamorano Martínez Maíllo, bromeaba diciendo al respecto de la ubicación futura del sr. Trillo si no deberían de exiliarlo o algo parecido. Pues no, no se trata de algo tan drástico, se trata simplemente de que no ocupe ningún cargo de relevancia (paradojas de la vida aspira a ocupar plaza en el Consejo de Estado que acaba de señalarlo), que se vaya a su casa y punto. Pero no habrá espacio para la decencia, porque su amigo el sr. Rajoy (nuestro presidente desconocía la resolución del Consejo de Estado) no ayudará a que a su excompañero de gabinete se le deje a la intemperie, permitiendo que tome posesión como uno más de los consejeros de Estado, pues esa y no otra es su pretensión.

  Lo de la sra. De Cospedal, anunciando a los familiares de las víctimas su intención de profundizar en lo relativo al contrato del avión y la póliza -bienvenida sea una mirada más humana después de casi 14 años de ninguneo a las víctimas-, es un cambio radical y deja en entredicho al sr. Trillo, aunque me temo que se quede en un brindis al sol, más cuando ha anunciado su intención de rescatarlos (contrato y póliza) por tierra, mar y aire, ¿Cuando apela a su rescate, no es posible que ambos se hayan hecho desaparecer?, vamos, digo yo.

martes, 10 de enero de 2017

A buenas horas mangas verdes

  Ayer día 9, en una conferencia junto a 80 empresarios valencianos, el expresidente Aznar, desvinculado de toda atadura a su antiguo partido (recientemente renunció a su cargo honorífico como presidente de honor del PP), parece sentirse libre al fin para opinar sin ambages en cuanto a las políticas llevadas a cabo por el actual ejecutivo. Así que sin complejos y con esa forma suya, tan distante, de plantear las ideas, teorizaba sobre las maldades a la hora de implementar las políticas dinerarias, planteando una enmienda a la totalidad por "la errónea política económica" que tan ardorosamente ha llevado y lleva a la práctica su heredero, el sr. Rajoy. A nuestro expresidente no le faltan argumentos (es mi opinión y por tanto subjetiva, si bien coincide con la de otros muchos teóricos de la economía), a la hora de criticar la subida de impuestos -y de tasas universitarias, recortes sanitarios, educativos o de dependencia, añado yo-, el descontrol del gasto público (déficit galopante), o que se pretenda financiar el déficit de la Seguridad Social con emisión de deuda pública. Además alerta de la posibilidad real de empeoramiento de la coyuntura actual si subiera el precio del petróleo, los tipos de interés o se disparara la inflación. Pero a nuestro expresidente se le olvida un detalle capital, y que obliga a llevar a la práctica este tipo de política del cual reniega ahora: somos uno de los socios del euro.

  Las crisis, las guerras, y los acontecimientos en general no ocurren porque sí, como nos viene demostrando la Historia a lo largo de los años, sino que tienen su ligazón. En 1992, con los acuerdos de Maastricht, se ponía en marcha en Europa una de sus unidades fundamentales: la monetaria.  En 1998, el sr. Aznar y su gurú económico, el sr. Rato, abordaban una de las reformas capitales y que tantos quebraderos de cabeza nos ha traído después: la reforma del suelo. A partir de su aprobación cualquier terreno era susceptible de urbanizar a excepción del protegido. El boom inmobiliario vino a hacer las funciones del modelo productivo del cual ha carecido y carece España -o cuando menos es manifiestamente mejorable-, y con ello se crearon miles y miles de puestos de trabajo, eso sí, a costa de la deuda privada de muchas familias que recibían créditos a espuertas de los bancos nacionales vía bancos europeos, fundamentalmente alemanes, para casas, muebles, electrodomésticos, coches, viajes, negocios, etc. -chocante que las autoridades financieras del Norte no se percataran del excesivo endeudamiento de los pobres países del Sur-, además de que la burbuja como cualquier otra, tenía fecha de caducidad, era una política insostenible en el tiempo. En 2002, el tándem Aznar-Rato nos metió de socios en el elitista club del euro, una moneda diseñada para tiempos de bonanza, pero que jamás se pensó al crearla en sus efectos devastadores cuando llegaran las vacas flacas (así opinan muchos de los teóricos de la economía); no obstante, se convirtió en uno de los factores que permitió el crecimiento exponencial de los créditos concedidos al asentarse la moneda sobre bajos tipos de interés, nada comparables al de la peseta. De manera que a estas alturas de la película, el sr. Aznar debería de saber que siendo socios de un club tan selecto como el de la moneda única, toda la política de los dineros nos viene impuesta desde Bruselas, porque a las autoridades del Norte les importa un comino cómo subsistan sus ciudadanos y mucho menos si su implementación genera desigualdades brutales; a quienes mandan, lo único que les da quebraderos de cabeza es la macroeconomía que se cimenta en torno a la supervivencia del euro. Que las naciones con dificultades económicas como España y otras del Sur subsistan a partir de una economía de guerra y se resquebraje su cohesión social, les trae al pairo. Es lo malo que tiene uniformar a naciones con distintas economías en torno a una moneda única, pero de esto el sr. Aznar no va a decir ni pío, sería como admitir la contradicción.

Las preguntas de la semana

  ¿Por qué nuestros sesudos políticos -de un color u otro, y lo resalto-, cuando están en la Oposición, tienen la fea costumbre de poner rep...