martes, 28 de enero de 2020

Un embrollo llamado Venezuela

    Confieso que no tenía ninguna intención de escribir sobre Venezuela, entre otras cosas porque, como ocurre con otras naciones divididas en dos, es muy fácil, sin tener tal intención, inclinarte hacia una de las partes contendientes. Al final, atendiendo a un buen amigo mío que no deja de echarme en cara mi escaso interés por el tema, y aprovechando que el Sr. Guaidó visitaba España, he claudicado, sin saber con certeza si yo también sucumbiré a la tentación de preferir a quien ostenta el mando o por el contrario arropar a quien pretende un cambio en el gobierno venezolano, sin tener muy clara la verdadera dimensión del conflicto que hace a día de hoy inviable la convivencia pacífica de todos sus ciudadanos, hasta el punto de que a miles de ellos solo les ha quedado el camino de abandonar el país.



       Si algo ha vuelto a poner de manifiesto la visita del Sr. Guaidó a nuestro país, es la torpeza nada infrecuente de nuestros políticos, incapaces de gestionar los estorbos que suelen generarse cuando la controversia está servida por la visita oficial de un político que representa a una buena parte de los ciudadanos venezolanos (no a todos), y más cuando la otra parte (tal vez para contrarrestar el efecto propagandístico de su adversario) envía a su vicepresidenta, la Sra. Delcy Rodríguez rumbo a Turquía, pero con escala previa en Madrid, cuando la UE tiene vetada su presencia en todo su territorio. A partir del aterrizaje del avión con la Vicepresidenta y el Ministro de Turismo, Sr. Félix Plasencia, se arma el lío padre. Lo más natural por parte del Sr. Ábalos, en mi opinión, hubiera sido admitir con naturalidad que sí había tenido un encuentro con la Vicepresidenta y el Ministro (el Sr. Plasencia no está vetado por la UE) y creo que se hubiera zanjado el asunto, más allá de que la Oposición sacara punta a un tema, me parece a mí intrascendente, y que la UE, creo, ya da por zanjado. 



       La Oposición debería de recordar (es de suponer que gobernando no hubiera tenido el mismo comportamiento) que España mantiene lazos comerciales muy importantes con Venezuela, y quien lleva de facto las riendas de la nación, pese a quien pese, es el gobierno del Sr. Maduro. Desde un punto de vista meramente pragmático, hubiera sido un feo ningunear a la nº 2 del gobierno chavista, exactamente ocurriría lo mismo con una visita oficial por parte del monarca alauita Mohamed VI, el presidente de Guinea Ecuatorial Teodoro Obiang, el príncipe de Arabia Mohamed Bin Salmán, el presidente chino Xi Jinping, el primer ministro húngaro Orbán o el mismo Donald Trump, autoridades de tanto relieve como controvertida trayectoria. Es indudable que desde la ética, la decencia y el respeto a los derechos humanos, probablemente lo más adecuado por parte del Sr. Ábalos hubiera sido no subirse a ese avión, pero, por desgracia, existe la vertiente de la conveniencia, la del dinero, y a día de hoy esta sigue teniendo preponderancia sobre las demás.



          Desde la complejidad que supone abordar la crisis venezolana, y esa lucha cuartelera por hacerse con el Palacio de Miraflores, sede del gobierno venezolano, es de reseñar, si la memoria no me falla, el gran inconveniente que ha supuesto para la nación, su casi total dependencia del monocultivo del petróleo, abandonando otras actividades productivas y/o comerciales que ayudasen a aliviar su subordinación con respecto al oro negro. En buena medida, el declive económico de Venezuela a lo largo de los últimos años, se debe al gobierno del Sr. Maduro, incapaz de poner freno a un deterioro económico galopante. Aunque tampoco la situación general de la zona y de países vecinos ha permitido explorar otras vías de escape, muy al contrario ha contribuido a que crezca la miseria, además de la fuga de capitales hacia otros lugares; sin olvidar el bloqueo económico de USA, con muchos intereses geopolíticos y comerciales en la región, que no hace otra cosa que profundizar en las penurias económicas de las clases más bajas, y no provoca, por el contrario, la caída del gobierno chavista. Como ha ocurrido casi siempre que la potencia norteamericana ha impuesto un embargo económico, o bloqueo, en otros casos, a distintos países, y eso se ha visto en Cuba, Corea del Norte, Irán, lo único que logra es la miseria de sus habitantes al tiempo de fortalecer al régimen de turno.



         

          Que hoy no hay democracia plena en Venezuela es un hecho incontestable, que la Oposición no puede ejercer su papel con total libertad queda fuera de toda duda. No obstante, se genera una dicotomía en torno a un gobierno en manos del Sr. Maduro y al que aspira el Sr. Guaidó. La UE reconoció a este último como legítimo representante de la soberanía venezolana a instancias de España, que fue el primer país en admitir su condición creyendo que el primero sería derrocado en semanas, y también a la Oposición, que empujaba al nuevo gobierno del Sr. Sánchez a dar el paso para no convertirse en su colaborador de cabecera. Por otra parte, es el gobierno chavista, el del Sr. Maduro, el legítimo representante a ojos de la ONU, entonces, ¿cómo actuar? ¿Quién es el legítimo representante de Venezuela? Es el Ejército en última instancia quien va a decidir la jefatura y el destino final de Venezuela, salvo una intervención militar por parte de USA que ahora mismo parece no convenirle teniendo en cuenta los desencuentros comerciales y políticos que tiene abiertos con otras naciones, además de querer evitar un conflicto diplomático con la Rusia de Putin.



           

              A lo que parece, ahora mismo resulta complicada una resolución dialogada a esta confusión llamada Venezuela, y en muchas instancias se empieza a considerar precipitada la nominación del Sr. Guaidó como único representante del país, cuando el que ostenta el mando y la acción de gobierno un año después, es el Sr. Maduro. Bajo mi modesta opinión, y teniendo en cuenta la situación de millones de venezolanos enfrentados en dos bandos, creo que la única vía para superar esta crisis política y económica pasa por el diálogo sin cortapisas que desemboque cuanto antes en unas elecciones libres y democráticas pero vigiladas por organismos internacionales, manteniendo al margen al Ejército ante la tentativa de inmiscuirse en su celebración y posterior seguimiento. Todo lo que no pase por una salida consensuada a través del diálogo, terminará con resultados catastróficos que en última instancia perjudicará a la mayoría del pueblo venezolano.

Las preguntas de la semana

  ¿Por qué nuestros sesudos políticos -de un color u otro, y lo resalto-, cuando están en la Oposición, tienen la fea costumbre de poner rep...