viernes, 15 de marzo de 2019

La política pequeñita

  Es reiterado y sintomático. Encuesta a encuesta, el CIS confirma sin compasión que tras el paro, la segunda preocupación para los españoles es la de los políticos, algo que no hace tantos años era anecdótico para la ciudadanía, anteponiendo a preguntas de los encuestadores asuntos de enjundia como los económicos o de carácter social. ¿Por qué los votantes y no votantes lo perciben así? Es una pregunta que se deberían de hacer nuestros representantes con cierta frecuencia, admitiendo al tiempo y con humildad que  están de paso, que no son otra cosa que portavoces de quienes les han elegido por un periodo de cuatro años. Si no tienen en cuenta -y me temo que no- su estado de interinidad gracias a millones de votantes, y tampoco se interpelan en cuanto a su pésima reputación, con toda seguridad la preocupación mutará a problema.


   Una de las causas fundamentales de ese descrédito generalizado -aquí y en el resto del mundo- hunde sus raíces en la crisis financiera y económica mundial del 2008 y su torpe gestión. A esta calamidad que ha roto la vida de millones de habitantes, se añadió la ausencia de verdaderos y audaces líderes políticos que se atreviesen a atemperar a los inquietos poderes económico y financiero, al tiempo de acompañar a quienes no formamos las élites de los mercados, o sea, el 99% de los terrícolas. La consecuencia inmediata es el crecimiento espectacular de las extremas, con más ímpetu de la derecha. 



   Ciñéndonos a España, conviene no olvidar que en 2011, cuando el Sr. Rajoy gana las elecciones, todavía rige el bipartidismo. C's es un grupúsculo cuya única razón de ser es su antinacionalismo catalán, combatiendo dentro de sus posibilidades al pujolismo imperante. Podemos ni siquiera ha nacido, si bien su razón de ser parte del ideario expuesto el 15M. Y Vox tampoco existía, ya que la mayoría de sus miembros estaba integrada en el ala más derechizada del PP, la minoritaria. El presidente Rajoy, un político dócil con las consignas maximalistas u ortodoxas provenientes desde Bruselas -ojo: si hubiera sido el Sr. Rubalcaba quien presidiera el Consejo de Ministros no hubiera actuado de otra manera-, se empeñó en la faena con tanto tesón, que en su herencia debería de hacerse constar la defunción del imperfecto bipartidismo y la proliferación y/o crecimiento de nuevos partidos -la pluralidad siempre es buena-; no obstante, el país es hoy mucho más ingobernable.


  Y aquí, en pleno siglo XXI, tenemos a los nuevos líderes políticos que compiten, a lo que parece, por no ocupar el último puesto en la valoración de sus compatriotas. Ninguno llega al aprobado raspado, mientras alguno lucha "con denuedo" para no bajar del 3. La nueva clase política se empecina en hacer a la vieja más creíble y posibilista. Yo me pregunto qué opinarían relevantes personalidades como los Srs. Fernández Miranda o Suárez, artífices de la Transición, si vieran a sus sucesores jugando a hacer política pequeñita. Porque eso es lo que están haciendo nuestros representantes.


    Más preocupados por sus respectivos partidos políticos, por la evolución de las encuestas, por colocar a sus personas de confianza en los primeros puestos, por impugnar cualquier iniciativa del adversario, por torpedear consensos o por mentir a sabiendas, que por buscar soluciones a las mil y una dificultades de sus representados, son el perfecto caldo de cultivo para el desafecto y repudio de nuestros representantes. Para desgracia de España, a esta no la tienen en la cabeza como sí lo hacían los grandes estadistas. Nuestros políticos, que muchas veces se comportan como aficionados, se olvidan de abordar con convicción la clase de país que necesitamos. Sorprende y sonroja que ningún partido o líder plantee con valentía que hay que hacer una transición rápida del modelo ambiental hacia una ecología de verdad y sostenible en el tiempo; una oportunidad pintiparada para profundizar en ese más que necesario cambio de modelo productivo. Porque el cambio de modelo productivo -robótica, nuevas tecnologías, biomedicina, energías alternativas a las de origen fósil, I+D+i, etc.- es indispensable si España quiere dejar de ser la nación de las burbujas (turística, construcción y alquileres), especuladores y temporalidad, con bajo valor añadido de sus productos, y expuesta más que ninguna otra en la UE a nuevas recesiones -tenemos una en Europa a la vuelta de la esquina-. 


   Como atemoriza que nadie tenga un plan serio y creíble para nuestros jóvenes. Ellos serán los que lleven las riendas de España y mantengan la estabilidad económica. Pero, ¿con sueldos ínfimos/cotizaciones bajas, temporalidad, sin incentivo alguno para tener hijos, con alquileres por las nubes, baja formación? Nuestros políticos deberían de saber que si esa es la perspectiva sin ninguna otra alternativa, olvidémonos de alta natalidad, olvidémonos de la sostenibilidad de las pensiones, renunciemos a un cambio profundo de nuestras estructuras productivas. Y así, muchísimos inconvenientes más, como por ejemplo la desaparición de la vida rural, y con ella el abandono de los montes,  situación óptima para la quema y desertización del terreno.


  Por desgracia, hoy prima el cortoplacismo. La prioridad para nuestros políticos es a ver quién sale más en los medios, las ocurrencias de unos y otros, escudriñar en el mínimo detalle en la vida del adversario, soltar los exabruptos más impactantes, invadir las redes sociales de fake news, hacer una competición de facto para proclamar al más patriota de todos los contendientes, etc. Mientras nos olvidamos de otro de los asuntos capitales, como es la reforma de la Constitución que hace aguas por muchos poros.

  En resumidas cuentas yo me hago una pregunta esencial: ¿Realmente alguno de estos 5 políticos que todos tenemos en la cabeza es merecedor de convertirse en el próximo inquilino de la Moncloa?

     

Las preguntas de la semana

  ¿Por qué nuestros sesudos políticos -de un color u otro, y lo resalto-, cuando están en la Oposición, tienen la fea costumbre de poner rep...