miércoles, 11 de diciembre de 2019

Periodismo de trinchera

      La honorable profesión periodística fue hasta hace pocos años -probablemente la crisis económica y el Procés lo cambiaron todo- una de las más loables, ayudando, y de qué manera, a la instauración del actual sistema democrático con todas sus virtudes y defectos. La prensa nacional fue durante los primeros años de constitucionalismo uno de los soportes capitales para la convivencia y el desarrollo, hasta el extremo de jugar un papel esencial  en el reconocimiento de España a nivel internacional. Los medios escritos ya existentes, además de los de nuevo cuño, con su lógica línea editorial, se convirtieron, además, en mayor o menor medida, en instrumentos respetables no exentos de una apreciable credibilidad, aportando su granito de arena en el complejo y delicado tablero político, social y económico del momento para superar mil y una adversidades, incluida la del ejército, en su mayoría franquista y siempre vigilante ante los nuevos aires de cambio demandados por una gran parte de la sociedad. De aquellos medios de comunicación que jugaron a la responsabilidad, surgieron periodistas de primer nivel que sin abandonar su cautela ideológica, informaban con franqueza, sabedores de su independencia, de que a pesar de todas las presiones externas e internas, su director los iba a mantener en el puesto.

 
         Cuarenta y cuatro años después de la muerte de Franco, el periodismo que se hace hoy es de trinchera, algo, me parece a mí, que ha favorecido la política de bloques. La profunda y terrible crisis económica -desaparición de prensa escrita, destrucción de puestos de trabajo, entrada de empresas potentes en los consejos de administración de cada medio y el consecuente advenimiento de los medios digitales-, además del llamado Procés, han percutido de forma demencial en la exactitud de la información, algo, por otra parte, copiado por cada uno de nosotros cuando nos aventuramos a navegar por las redes sociales, escribiendo entradas que solo afectan al bando contrario, nunca al propio. Es tanto el interés de cada medio/bando en desacreditar al oponente, que hasta se ha descuidado el manejo de las palabras, prefiriendo los insultos e injurias como argumentación, al no estar integrado el objetivo de las diatribas en el bando propio. Los periodistas de la actualidad, muy mal pagados, por cierto, obedecen sin contestación, plegándose a los intereses de quien les da de comer, que por cierto no son los directores de turno, sino las grandes empresas que los sustentan a través de la publicidad y/o siendo parte integrante del capital social. Con tanto interés por mantener los bloques se favorece la proliferación de fake news o noticias falsas, si bien es cierto que difundidas mayoritariamente por medios digitales de escasa credibilidad y que nosotros, con entusiasmo y pasión, nos aventuramos a difundir para aumentar esa sensación de que hay una lucha sin cuartel entre dos bandos: negro y blanco.


         Viene todo esto a cuento tras las dos últimas noticias de calado en cuanto a la sempiterna corrupción. La primera es que en Andalucía ha aparecido documentación guardada en cajas fuertes relativa a los ERES. La otra, que en Madrid han aparecido contratos con un 1% para el PP. Pues bien,  si miramos en un buscador, comprobaremos que mientras los medios digitales de izquierda hablan del negocio madrileño, los de derecha no dicen o dicen poco. Por contra, mientras los del bloque de la derecha hablan del negocio andaluz, los del bloque de la izquierda no dicen o dicen poco. Algo que hoy tendrá su continuidad en las redes sociales. Dos escándalos de primera magnitud como estos pasarán a un segundo plano por mor de todo lo concerniente a la eterna investidura del Sr. Sánchez ¿No habrán firmado ambos bandos un pacto de no agresión?, o sea: yo no saco lo tuyo si tú no sacas lo mío.



       Algo tan fundamental como es la prensa, el cuarto poder según algunos, se ha convertido hoy, en un aparato al servicio de intereses partidarios, dejando de ser el instrumento informador y objetivo de antaño, salvo honrosas excepciones que se podrían contar con los dedos de una mano. La periodista Susana Quadrado decía en un artículo que el periodismo de ahora "es alérgico al gris y al tecnicolor. Pervierte la información y envenena la opinión. Sólo se mueve entre dicotomías: blanco o negro, cobarde o valiente, todo o nada, victoria o derrota, ahora o nunca. Sinceramente, acojona. Se construye gritando, ensordece (o ridiculiza) el razonamiento, el contexto y las voces discrepantes. Quien lo practica se cree en posesión de la verdad absoluta y habla a su audiencia sólo de lo que esta audiencia cree o quiere creer. Ocurre desde hace tiempo, aunque antes no era tan apoteósico como ahora". Yo ahí lo dejo.

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