lunes, 3 de junio de 2019

Yo acuso

         Cuando se produjo la catástrofe del 11S en 2001, George W. Bush y su grupo más cercano de asesores económicos, decidieron que se había acabado el tiempo de la espera y que era el momento, no solo de combatir al maligno procedente de países remotos situados en Asia, sino de abrir la puerta de par en par a la desregulación financiera que en su momento iniciara Ronald Reagan, a la par que el liberalismo más desenfrenado comandaba UK de la mano de Margaret Thatcher. Con esa acción, Bush hijo pretendía un nuevo impulso económico sin trabas de ningún tipo para que los bancos carburaran a todo trapo y con ellos la economía de EE.UU. Lo que vino 7 años más tarde fue una crisis brutal cuyo punto de partida oficial fue la quiebra de Lehman Brothers, algo que sacudió los cimientos financieros y económicos de todo un mundo globalizado.


  El actual presidente trató en los primeros meses de 2018 de reeditar una desregulación financiera, dando al traste con las maniobras de su predecesor Obama, que, como muchos años antes había hecho Roosevelt tras el Crack del 29, trató de atajar los desmanes y desvaríos de las entidades crediticias. Afortunadamente, aquella vuelta de tuerca ultraliberal fue frenada en buena parte por el Congreso, que no estaba dispuesto a jugar de nuevo con el fuego de la avaricia.


    No hay que olvidar el lema de campaña de Trump: Make America Great Again, aunque yo añadiría que en la máxima debían de ir incluidas sus muchas empresas. Apuntando a la pérdida paulatina de influencia de USA en el contexto de la geopolítica internacional, el neoyorquino ha decidido reeditar aquellos años de la Guerra Fría, compartiendo protagonismo únicamente con la desaparecida URSS -algo a lo que no hace ascos Putin-, sin darse cuenta, ni tampoco su grupo de halcones, de que el mundo de hoy nada tiene que ver con el de hace 30 años, sin ser consciente de que estamos en un mundo globalizado, y sin reflexionar en cuanto a sus medidas económicas que, no solo van en detrimento de la estabilidad y certidumbre económica del planeta, sino que tarde o temprano se pueden volver en su contra, algo que parece confirmarse con las subvenciones de ahora mismo por valor de 16.000 millones de dólares a agricultores, los cuales empiezan a padecer los resultados de sus guerras comerciales con medio mundo. Pan para hoy y hambre para mañana.


  Hay varios economistas de prestigio que vaticinan una crisis económica global a partir de 2020 si el escenario actual no cambia. En mi opinión, tanto el Brexit, el desafío de la Italia en recesión, los populismos de Polonia o Hungría, las crisis económicas de Argentina o Turquía,  sin olvidar los conflictos sirio, venezolano, israelí-palestino o yemeni, son peccata minuta al lado de las guerras comerciales y político-militares que Trump está empeñado en comandar hasta sus últimas consecuencias. Una pista muy evidente nos la está dando el mercado bursátil, termómetro sensible al desasosiego y que suele anticipar estados recesivos y/o crisis agudas.



    Trump está dispuesto a recuperar a todo trance el prestigio de antaño, y ha decidido que China es un enemigo capital para sus intereses y también Japón, sin pararse a pensar que entre ambos países atesoran más del 30% en bonos de la deuda americana. La insensatez de disparar a cualquier obstáculo para "su bienestar" alcanza a nuestra UE, a su vecina Canadá y ahora a la pobre y vapuleada México. El resultado final es una incógnita, aunque nos podemos temer lo peor.


  La irresponsabilidad de Trump no se para ahí, ya que quiere dibujar un mapa geoestratégico con preponderancia para su país, dejando atrás el multilateralismo del que hizo gala su predecesor en la Casa Blanca. Así que la beligerancia, la renuncia al entendimiento y a los acuerdos, se plasma en su confrontación con Corea del Norte, Irán, renegando al tiempo de la política de acercamiento con la vecina Cuba, con lo cual propiciará que la isla caribeña se vuelva a cerrar y se frenen sus avances aún muy tímidos hacia la democracia, o la incógnita de si intervendrá militarmente en Venezuela. Y de añadido está el espaldarazo sin ambages a la política de limpieza étnica perpetrada por Israel contra Palestina, incluyendo el reconocimiento de Jerusalén como capital del estado judío, avivando por enésima vez el avispero de Oriente Próximo.


  Por todo ello yo acuso a Donald Trump de ser ahora mismo el mayor riesgo para nuestro planeta Tierra, y ahí deberíamos de mentar otra de sus ligerezas, cual es la de haberse salido del Acuerdo de París y de mofarse del cambio climático. Un riesgo en toda regla que debería de hacer reflexionar a sus compatriotas, pero también a quienes aún mantienen cierta influencia en la toma de decisiones a nivel global.

Las preguntas de la semana

  ¿Por qué nuestros sesudos políticos -de un color u otro, y lo resalto-, cuando están en la Oposición, tienen la fea costumbre de poner rep...