lunes, 29 de enero de 2018

De manual

  Estuve escuchando con atención las declaraciones del sr. Méndez de Vigo en el programa El Objetivo. A la interpelación de la presentadora en lo referente al tipo de empleo que se estaba creando en España tras la superación de la crisis, el Ministro de Educación apelaba a la cifra de dos millones de empleos recuperados en los últimos cuatro años. Doña Ana Pastor insistía en la baja calidad del empleo que lleva aparejada una remuneración escasa. Ante la obstinación del interrogatorio, el Ministro vino a decir que el Gobierno, y por descontado, la Ministra de Trabajo sra. Báñez, insistían en la necesidad de subir la calidad del empleo nuevo y mejorar los salarios, pero, que eso no dependía del Ejecutivo, sino que el asunto estaba en manos de las empresas y las organizaciones sindicales. Una contestación obvia, de manual desde la perspectiva del liberalismo económico imperante.


  Al inicio de 2012, la CEOE y los sindicatos mayoritarios, estaban a punto de cerrar con éxito la negociación salarial. Incluso unos días antes de tomar posesión del Gobierno, los líderes del PP alababan el diálogo y consenso entre ambas partes, a pesar del complicado momento. Curiosamente, a instancias de Bruselas, todo sea dicho, el Gobierno giró radicalmente nada más llegar a La Moncloa, rompiendo ese espíritu de consenso al poner en marcha la Reforma Laboral demandada por la UE, que veía con temor el aumento de la deuda pública/privada española y con ella la inestabilidad del Euro. Lo que vino después con la posibilidad del descuelgue del Convenio Colectivo Sectorial por parte de una empresa, entre otras cosas, está ahí: bajada de salarios, especialmente entre los jóvenes que acceden al mercado laboral (un 33% menos de media que un joven en 2008), el crecimiento de los contratos temporales (hasta ser hoy más de 90 de cada 100 creados anualmente) llegando a más del 25% de temporalidad del total de los casi 19 millones de empleados, cotizaciones de menos horas de las trabajadas en contratos a tiempo parcial. Esto se traduce en que muchos de los empleados sobrevivan a duras penas, o que tengamos menos población activa en gran medida por la emigración, fenómeno que pensábamos lejano en el tiempo. Sin olvidar el crecimiento galopante de la desigualdad (3º país más desigual de Europa), que ha permitido mejorar las condiciones económicas de los más pudientes en detrimento de los más desfavorecidos.


  Por tanto, al sr. Méndez de Vigo, conviene recordarle que el Gobierno de entonces decidió intervenir para desregular el mercado laboral (eufemísticamente se le denomina flexibilidad laboral); así que no es de recibo la afirmación de que el Ejecutivo no puede intervenir en el "negocio". La Reforma Laboral de 2012 rompió definitivamente el equilibrio de fuerzas vigente desde al menos la restauración de la democracia. Y debe de admitir que el Gobierno sí puede hacer mucho más en lo referente a la brecha salarial entre hombres y mujeres. Ciertamente es falaz la afirmación que se esconde bajo el manto enorme del liberalismo económico, o sea, esa máxima de que <<cuento menos intervenga el Estado, mejor>>. Y digo yo: Entonces ¿para qué queremos un estado?  

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