lunes, 31 de enero de 2022

Protagonista del mes

 

Hay varios protagonistas claramente acreedores a dicha condición en este mes de enero que se nos va, como el histriónico Boris Johnson, o el obstinado Antonio Costa, pero, a mí entender, es Rafael Nadal quien se lleva la palma por varias razones, entre otras porque nadie daba un duro por su éxito, tampoco yo. 


  Con treinta y cinco años y medio, una dolencia crónica y progresiva en el pie -enfermedad de Müller-Weiss, e infinidad de lesiones de todo tipo a lo largo de su dilatada carrera, se presentaba en Melbourne sin siquiera saber si podría competir a un mínimo exigible. Atrás acababa de dejar varios meses de inactividad, además de haber pasado la Covid. A su manera, con una perseverancia a prueba de bomba, tiró de la épica para ganar su veintiún Grand Slam (el segundo de Australia tras el conquistado en 2009). Con dos sets a remontar y en frente el número dos del mundo, Medvedev, Nadal sacó a relucir su mejor tenis, pero también su cabeza de campeón, su fortaleza mental -seguramente su mejor golpe, por delante de su derecha, el revés a dos manos o el paralelo-. Porque es razonable pensar que él no tiene el mejor saque del circuito, ni tampoco la mejor volea, ni por supuesto la mejor dejada, aunque domine todas sus suertes, pero ninguno de sus rivales puede competir en fortaleza mental con el manacorí; de eso estoy seguro.


 
  Ayer, casi veinte años después de que ganase su primer partido de ATP con quince, convirtiéndose en el jugador más precoz en triunfar en partido oficial; conquistar 90 torneos y tras haber ganado 1038 partidos, ha confirmado, por si había alguna duda, que Rafael Nadal sigue siendo, sin discusión alguna, el mejor deportista español de todos los tiempos.  Un mérito incontestable después de que más de una vez -yo también- lo hayamos "enterrado" antes de tiempo. ¡Enhorabuena campeón!
 


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