martes, 2 de diciembre de 2014

País de Nunca Jamás

  A pesar de los años uno no deja de sorprenderse con hechos como la muerte el pasado domingo de un seguidor de fútbol a mano de otros. Aún llama más la atención que la batalla campal fuera protagonizada por personas talludas. Y digo yo que, individuos que se sirven de eventos deportivos para generar violencia y odio hasta el extremo de provocar directa o indirectamente la muerte, jamás pueden volver a entrar a un estadio. Como tampoco quienes se comportan de modo bochornoso tirando objetos a los jugadores o al equipo arbitral deben tener cabida -espero que el energúmeno que lanzó la botella de agua a Messi sea rápidamente identificado y expulsado de Mestalla, al menos por un tiempo razonable si no es a perpetuidad-, porque de lo contrario se están facilitando los altercados y sus consecuencias ulteriores.

  Un estallido de furia evidencia la negación del sentido común, es la manifestación de que la sensatez, o para ser más exacto, la educación, ha sido vencida por la necedad. La violencia sólo puede generar violencia. Por muchas vueltas que le queramos dar no tiene justificación alguna. Debemos despreciar el "ojo por ojo" antiguo y asumir que, como bien dice el Evangelio: "Quien a hierro mata a hierro muere."

  Claro que para cultivar la sensatez, antes se ha debido de pasar por una etapa más o menos prolongada de adquisición de conocimientos que llamamos escuela. ¿Cuántas veces hemos escuchado de la importancia capital de la Educación en la primera etapa de nuestra vida? Tal vez si todos los guerreros hubieran recibido a tiempo una formación suficiente y adecuada, no habrían perpetrado la salvajada en la matinal del domingo.

   La educación debe ser materia esencial para cualquier gobierno que se precie en beneficio de los ciudadanos y consecuentemente de España. Pero ¿hacia dónde debe enfocarse el modelo educativo? Es una pregunta que según quien la emita va a contestar de manera opuesta. Parece que una mayoría de ciudadanos queremos o estaríamos de acuerdo en que al alumno se le debe inculcar el estímulo del esfuerzo y su compromiso, pero ¿también debe fomentarse en él el súmmum de la competitividad? A primera vista el razonamiento indica que la primera contestación nos lleva a la respuesta del sí. Sin embargo, si la docencia se dirige únicamente por el tubo estrecho de la competitividad, en mi modesta opinión nos equivocamos. De la LOMCE o Ley Wert, como también es conocida, yo deduzco esto último. El ministerio a su cargo ha simplificado los estudios para reforzar los conocimientos de asignaturas troncales como son Matemáticas y Lengua, dejando de lado o devaluando otras como música, artes plásticas, tecnología, y a edades menos tempranas, Griego o Filosofía. Con respecto a esta última, la UNESCO decía en un informe de 2007 que <<la Filosofía tiene un papel formativo fundamental debiendo formar parte del currículum básico del alumnado en todos los sistemas educativos del mundo>>. Con la puesta en marcha de la Ley desapareció Educación para la Ciudadanía, una asignatura presente en la mayoría de países de nuestro entorno. El Consejo de Europa recomendaba en 2002 su implantación. Según el Consejo, la asignatura pretende <<promover una sociedad libre, tolerante, y justa, además de contribuir a la defensa de los valores y los principios de libertad, pluralismo, derechos humanos y Estado de Derecho, que constituyen los fundamentos de la democracia>>. A tenor de las líneas maestras, las autoridades ministeriales parecen decididas a reforzar Matemáticas y Lengua para "competir" lo antes posible con nuestros vecinos europeos ante futuros informes PISA, prevaleciendo el pragmatismo (sacrosanto materialismo) sobre la formación integral del alumno. A un estudiante que se esfuerza y no da más de sí no se le puede expulsar del sistema educativo, como tampoco se puede discriminar a otro con profundas carencias o dificultades de integridad, o a ese otro con talento y sin medios económicos para avanzar en la formación superior. En casos especiales se requieren recetas particulares y sólo se pueden dar con inversión. Pretender implementar modelos educativos con duros de a cuatro pesetas es una quimera.

  A los niños, es mi particular punto de vista, además de enseñarles el teorema de Pitágoras, la conjugación de un verbo o las características de un desierto, se les debería de instruir en el respeto hacia otras etnias, en el hecho diferencial de las múltiples culturas, en el valor de lo público, en el aprecio por la naturaleza, por la comprensión hacia lo diferente; de ser así, quizá habría menos incendios forestales, menos violencia de género, más solidaridad con el prójimo, escasas guerras, poquísima corrupción, e incluso se podría luchar, seriamente y con altura de miras, contra la espada de Damocles del cambio climático. Hasta sería razonable pensar en que sin una competencia mal entendida, crímenes estúpidos como el del pasado domingo en la ribera del Manzanares, no se habría producido nunca. Alguien pensará que quiero viajar al País de Nunca Jamás, pues sí, aunque deba girar en la segunda estrella a la derecha volando hasta el amanecer.

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