lunes, 11 de noviembre de 2019

Reflexiones tras el 10N

       
        Hay unas cuantas particularidades que requieren un cierto análisis para comprender el puzzle que nos ha dejado el escrutinio. No obstante, y para mí lo más preocupante, es que España es definitivamente un país ingobernable, al estilo italiano. El imperfecto bipartidismo que dominó la escena nacional durante más de 30 años, ha dado paso al pluripartidismo, de forma y manera que hoy es casi imposible ver la meta al final de este enredo mayúsculo de siglas e intereses particulares que son los partidos -en su mayor parte más afanados en el futuro de sus dirigentes y personalidades cercanas que en el del bienestar del País, de la ciudadanía en resumidas cuentas-, y que, fundamentalmente, viene dado a partir de la pésima gestión por parte de la UE de una crisis económica, sin precedentes -en un puñado de naciones europeas también ocurre el mismo fenómeno de la inestabilidad-, insistiendo en políticas de austeridad que han hecho pupa en una buena parte de la clase media y especialmente en las capas más bajas, zarandeadas sin miramiento, con el fin de abundar casi exclusivamente en una política monetaria que salvaguardase la viabilidad de la moneda euro, dando como resultado una desigualdad insoportable que es al fin y a la postre el detonante para la búsqueda por parte de los potenciales electores de soluciones a sus problemas y que las formaciones clásicas han sido incapaces de dar, poniendo en práctica ese dicho de "busque, compare, y si encuentra algo mejor, compre".



      Otro de los factores capitales y que ha servido para distorsionar el panorama político español hasta el punto de facilitar el crecimiento exponencial de la ultraderecha representada por Vox, ha sido la cuestión catalana, jamás resuelta, y me temo insoluble en el corto-medio plazo, a tenor de la mediocridad de nuestra clase política. La consecuencia de tanta ineptitud es, a su vez, el aumento de la representación en Madrid de los grupos independentistas; por tanto, estamos ante la enésima representación de una retroalimentación, la representada por Cataluña y Vox: acción-reacción. España carece hoy de políticos de estado con una visión de largo alcance, con temple, tenacidad, sin importarles el coste electoral de un futuro llamamiento a las urnas,  y sin un discurso pedagógico que asuma de una vez por todas el enorme problema llamado Cataluña. Nuestra representación política en Madrid adolece de una ceguera que espanta al ni siquiera tener un diagnóstico de la realidad catalana. Si no hay un diagnóstico certero difícilmente se pueden implementar medidas orientadas a reconducir o suavizar este enorme inconveniente, difícilmente se puede poner en marcha un diálogo entre las diversas formaciones políticas cuando esa acción-reacción es la máxima imperante. PP, Vox y C's, deberían de analizar con detenimiento la escueta representación obtenida en Cataluña, 6 diputados sobre un total de 48, evidenciando que hay millones de votantes que no se sienten independentistas, pero reclaman el diálogo que dé una solución política al conflicto.


        El crecimiento tan espectacular de Vox se debe en buena medida a la sentencia del Procés y  a los días posteriores, con disturbios y cargas policiales en las calles de Barcelona, pero también a la ceguera de PP y C's, que con su afán por tocar poder han blanqueado a la ultraderecha, inconscientes, o al menos sin haber sopesado los inconvenientes de "regularizar su situación". A contracorriente de la derecha democrática española, la europea, al menos la homologable a países con más solera democrática, Alemania y Francia, siempre le ha puesto el famoso cordón sanitario. Me da pena y me preocupa su resultado: más de 3,5 millones de votantes. A esos votantes, probablemente enfadados y en busca de soluciones a sus problemas, el resto de partidos políticos sin temor a perder votos por atacar su populismo ramplón, deberían decirles que, su programa electoral es inviable por dos razones: choca frontalmente con nuestra Carta Magna, siendo, sin dudarlo, inconstitucional a todas luces, y choca frontalmente con los postulados de la UE. Su discurso xenófobo y contrario a las minorías, excluyente y que prohibe la libertad de prensa de algunos medios, dispuesto a prohibir formaciones políticas de ideologías contrarias y determinado a eliminar las autonomías, o su incapacidad para entender el propio programa económico -ni el Sr. Abascal lo conoce a fondo- lo hace inviable aquí y en la UE.


     El batacazo de C's se veía venir. La formación nacida en Cataluña en 2006 para combatir el nacionalismo pujolista se ha hundido de forma calamitosa. Con la explosión de la crisis económica y la muerte del bipartidismo pocos años después, C's desembarcó en Madrid para convertirse en el centro político a partir de postulados liberales, apostando por la regeneración,  y con la prioridad de convertirse en partido transversal, capaz de pactar a derecha e izquierda en función de las necesidades del momento. Venía por tanto a sustituir a los partidos nacionalistas y a convertirse en partido bisagra, no solo en ciudades y comunidades autónomas, también parecía tener una vocación de gobierno a nivel nacional. El error de bulto fue abandonar el centro neurálgico para intentar convertirse en el primer partido de la derecha, apostando al tiempo por el cordón sanitario al PSOE. Las primeras muestras de abandono del centro se produjeron en Andalucía. Allí, jugando al escondite con Vox, facilitó la llegada al poder del PP, pero con la ayuda inestimable de la extrema derecha. Que en Andalucía pactara con los populares tenía hasta su lógica después de tantos años de gobierno del PSOE y con casos gravísimos de corrupción a sus espaldas, pero asumir postulados de Vox... La traca final se produjo en mayo pasado, cuando el partido naranja pactaba con el PP en Castilla y León, Murcia y Madrid -en la comunidad capital  volviendo a jugar al gato y al ratón con Vox-, lugares donde los populares llevan un montón de años gobernando y también con casos de corrupción a sus espaldas, especialmente en la Comunidad de Madrid. De sopetón abandonaban el centro, renunciaban a la regeneración y volvían a normalizar a la ultraderecha. No obstante, los bandazos del otrora partido centrado se empezaron a dar un año antes, a raíz de la Moción de Censura contra el Sr. Rajoy. En mayo de 2018, C's era la formación con más opciones de alzarse con la victoria en unas hipotéticas elecciones generales. A partir de ese momento y sin plan B, más allá de que el PP fuera perdiendo apoyos a medida que crecían sus corruptelas a nivel nacional, el Sr. Rivera se quedó descolocado con el inesperado desalojo de la Moncloa del Sr. Rajoy. Me temo, y es mi particular punto de vista, que desde entonces el líder de C's ha mantenido una inquina contra el Sr. Sánchez difícilmente disimulable, al haber desbaratado sus planes de suceder al Sr. Rajoy. Las últimas muestras de inconsistencia en el discurso de C's se confirmaron hace unos días con la firma junto a PP y Vox en la Comunidad de Madrid, apoyando la propuesta de este último de prohibir los partidos independentistas, cuando saben que es imposible, pero por hacer el caldo gordo a Vox... Al final, cuando el mimetismo es tan evidente, los votantes suelen decantarse por la copia original. Por cierto, se confirma el abandono del Sr. Rivera, algo infrecuente entre los políticos españoles y que es de agradecer.


    A pesar de las torpezas de nuestros políticos de la derecha, creo que al Sr. Sánchez se le debe endosar la parte alícuota de responsabilidad por habernos llevado a unas segundas elecciones que nadie quería, salvo Vox. Indudablemente, aunque ya no lo dijera, el presidente en funciones ha tenido presiones de la UE, CEOE, es de suponer que también de empresas potentes e incluso de sus propios barones -renunciando a una nueva lucha cruenta dentro del PSOE- para que no pactase con UP. Si a esos inconvenientes o vetos añadimos la "perspicacia" del nuevo gurú, el Sr Iván Redondo, asesor de confianza y director del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, augurando no solo la victoria socialista sino el aumento de diputados en una nueva convocatoria, tenemos el desaguisado en la casa socialista. Alguien debió advertir al Sr. Sánchez que probablemente en octubre se haría pública la sentencia del Procés, con consecuencias impredecibles y de las cuales se ha alimentado Vox. El 28A, el pueblo español envió una encomienda diáfana al Sr. Sánchez, y no era otra que un gobierno progresista entre su formación y la del Sr. Iglesias, o cuando menos, un acuerdo de gobernabilidad. Por las circunstancias antedichas y también a la rigidez y máximas impuestas por el Sr. Iglesias, no se pudo llegar a un acuerdo. No obstante, de aquel aspirante a reconquistar la Secretaría General del Partido en 2017, luchando contra el aparato del partido, con el único apoyo de la militancia, que un año más tarde se hacía inquilino de la Moncloa, e incluso planteaba medidas audaces para paliar levemente la desigualdad imperante, apenas queda hoy una sombra. El Sr. Sánchez de 2019 es un inquilino más del Palacio, dócil, me temo, preparado para no incomodar a las huestes de Bruselas, lo mismito que su antecesor el Sr. Rajoy.



    El PP es la otra fuerza política que ha mejorado los resultados del 28A. Indudablemente haber bajado el diapasón de la exageración, de las declaraciones crispadas -el testigo se lo tomó el Sr. Rivera-, le ha ayudado a mejorar en 22 escaños la actual fuerza de su partido. Ahora bien, a su derecha, gracias a su incondicional aportación a normalizar a los ultras, ha crecido un partido que atiende por Vox. Mucho cuidado con cuanto vaya a hacer a partir de ahora. Es posible durante algún tiempo no actuar, dejarles, que disfruten de su triunfo; ahora bien, si lo de Cataluña no tiene solución a corto-medio plazo, se enquista y sirve de munición para disparar, al tiempo que nadie de la derecha democrática es capaz de confrontar con ellos y desenmascararlos, prefiriendo hacer seguidismo de sus exacerbados desvaríos españolistas y patrioteros, yo jamás descartaría la hipotética posibilidad, pero posibilidad al fin, del célebre sorpasso. Ojo con quién se están jugando los cuartos.


      Para terminar, ¿habrá unas terceras elecciones? Yo no las descarto. Si esto termina en un permanente diálogo de sordos, donde el consenso, el acuerdo son desechados de la vida política española, yo plantearía, aunque me pese, un cambio en la LOREG, y si no fuera suficiente, en la Constitución, de manera que se fuera a una segunda vuelta entre las dos formaciones más votadas. Es ir contra la pluralidad, lo sé, pero España no puede ser eternamente un país ingobernable. De todos modos estas modificaciones son una utopía, pues las múltiples formaciones políticas jamás se pondrían de acuerdo en algo tan radical.   






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