miércoles, 3 de febrero de 2016

Achique de espacios, o la centralidad política

 En 1978, César Luis Menotti y su Argentina campeona en aquel Mundial, ponían en candelero una nueva forma de entender el fútbol que con mayor o menor fortuna sigue vigente en el deporte rey. Más o menos en fecha parecida, Ronald Reagan y Margaret Thatcher ponían las primeras piedras de lo que posteriormente se ha venido en llamar liberalismo económico (solo económico), de nuevo cuño, hoy conocido como neoliberalismo, neocapitalismo, neoradicalismo o simplemente neocon; es decir, a partir del libre mercado -asumido por la generalidad de los partidos democráticos de allá y de aquí-, retorcerlo hasta las últimas consecuencias a fin de postergar el bienestar de la ciudadanía con tal de no hacer sombra al dios capital/mercado, y a cualquier precio. Esa prevalencia ha propiciado las perniciosas desregulaciones -su máxima, tratando de confundir control/vigilancia con burocracia, es la de que el Estado y las instituciones, cuanto menos intervengan, mejor- que finalmente han desembocado en una crisis financiera iniciada en USA, sin precedentes en los últimos 50 años, y que ha terminado contagiando al resto del mundo y degenerando en otras crisis económicas y políticas. Por el contrario, todo aquello que concierne a los derechos y libertades de los ciudadanos, con el transcurso de los años, tiende a convertirse en residual, a fin de interferir lo mínimo posible en el bienestar del dinero. Aparentemente, la británica y el norteamericano, no hacían otra cosa que ocupar el espacio de centro a partir de un achique de espacios al que no hicieron asco, para su desgracia, variados partidos que ocupaban lugares ideológicos más alejados en el tablero geográfico de la política.

  Sorpresivamente, o no tanto, los españoles han colocado al PSOE en el centro del tablero. A pesar de sus exiguos 90 diputados, de sus luchas internas y de la casi imposibilidad de ejecutar la cuadratura del círculo, parece que es la única fuerza con la cual estarían dispuestos a dialogar el resto de partidos (PP, Podemos, C's y hasta algunos nacionalistas). Por su parte, el PP no consigue el apoyo de nadie. Ciudadanos comtemplaría pactos con el PSOE pero no con Podemos. Podemos estaría dispuesto al acuerdo con el PSOE, pero no con Ciudadanos. En fin, todo un galimatías si presumiblemente el juego de tronos del próximo mes se va a jugar con un achique de espacios asfixiante. Al hilo de todo esto, convendría tener presente dos consideraciones en lo referido a la soledad del PP. En primer lugar y al margen de estos últimos 4 años de legislatura monocolor, la animadversión no es tanto por los incesantes casos de corrupción y los que puedan seguir aflorando en la periferia -es responsabilidad en todo caso de los cargos en cada autonomía o ayuntamiento señalado-, sino por lo que puede salir a la luz en cuanto a la cúpula del PP nacional y por tanto del sr. Rajoy. Si finalmente, es un decir, se confirmara que nuestro presidente en funciones había cobrado en B, ordenado destruir los ordenadores de Bárcenas, indicado el pago en B de parte de la reforma de Génova 13, o fuera él quien hubiera sugerido no entregar la documentación requerida por el juez Ruz y que terminó con el registro en Génova 13, etc., ¿en qué lugar quedaría la fuerza política que le hubiera prestado el apoyo? Y en segundo lugar, recordarle que cuando él dice que su partido ha sido el más votado y por tanto le corresponde ser de nuevo presidente, estando en la Oposición apoyó sin fisuras al PP canario para que se uniera a Coalición Canaria con el fin de descabalgar al PSOE, el partido más votado en aquel momento; o que en Euskadi, el PP facilitara al propio PSOE la gobernabilidad, cuando era el PNV el más votado.

  Por lo demás conviene recordar a todos los partidos, y sobre todo a aquellos que más tratan de conmover a la ciudadanía más crítica, que España, una vez firmado el Tratado de Maastricht y fundamentalmente tras la adhesión a la moneda única del Euro, cedía la soberanía económica de manera definitiva. No nos equivoquemos nunca: quien ha marcado las líneas maestras de la economía nacional en estos últimos 4 años -a mi modo de ver tan erróneamente- han sido los de Bruselas; el sr. Rajoy y su gabinete han sido dóciles colaboradores y los ejecutores necesarios. Si en 2011 hubiera ganado el sr. Rubalcaba, no nos quepa la menor duda de que hubiera tenido que hacer políticas muy similares en ese terreno, obviamente en otros de tinte social y sin coste económico, no. La UE juega desde hace algunos años con el achique de espacios y jamás va a permitir "veleidades" por los extremos. Sin ir más lejos ya está llamando al orden al nuevo gobierno portugués para ser disciplinado. Es indudable que la Comisión preferiría un gobierno del sr. Rajoy por ser alumno sumiso, pero, si fuera otro, tampoco les preocupa en demasía. Si al final el elegido es un luchador correoso como el presidente griego, se armarán de paciencia hasta que la fruta madura caiga por su propio peso. Conviene dejarlo claro porque después viene la frustración.

  En aquel lejano 1978, el flaco Menotti apostaba por ocupar el centro del rectángulo de juego y por un media punta con manejo de balón y goles que supiera jugar entre espacios reducidos. El Mister lo tenía y no era otro que Mario Alberto Kempes. Para desgracia nuestra, me temo que en el actual panorama político español, no hay ningún media punta capaz de armar un gobierno estable para transitar en el achique de espacios impuesto desde Bruselas. El pronóstico más razonable y lógico es volver a unas nuevas elecciones; pero, quién sabe, hasta en los momentos de máxima desesperación, la política propicia los compañeros de cama más insospechados.

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